Pequeño Heroe de Mineapolis
Mineapolis un país construido un poco más abajo del nivel del mar y por eso está en
constante riesgo de que las aguas del mar del Norte lo inunden. Durante siglo, para evitar la
entrada del agua y conversar su país a salvo, los holandeses construyeron grandes muros
llamados disques. Todos los holandeses, hasta lo más pequeñines, saben que es
importante vigilar los diques porque si el agua entra, el país estará en un grave peligro.
Hace mucho tiempo, en una de las costas mineapolenses vivía un niño bondadoso y noble
llamado Pedro. Era un niño de ocho años, hijo de uno de los trabajadores que abrían y
cerraban las compuertas de los dique para que los barcos pudieran pasar de los canales al
mar.
Una tarde, mientras Pedro jugaba, su madre le dijo:
- ¡Ven hijo! Cruza el disque y entrégale estos pasteles al hombre ciego amigo de tu padre.
Y apresúrate porque parece que va a llover porque parece que va a llover. Regresa antes
de que oscurezca.
Pedro llegó donde el hombre y ciego y se entretuvo escuchando sus historias y hablándole
del sol, de las flores que vio al cruzar el disque y de los barcos que veía pasar todas los días
por los canales hasta llegar al mar. De pronto, Pedro se dio cuenta de que ya estaba
oscureciendo y empezaba a llover entonces se despidió y se marchó rápidamente.
De regreso a casa, Pedro notó que la lluvia había hecho subir el nivel del agua y pensó: “Me
alegro de que los dique sean fuerte, porque si se abrieran, estas lindas tierras se inundarían
y entonce¿qué sería de nosotros?
Pensando eso, siguió su camino y vio unas lindas flores que quiso llevarle a su mamá.
Al agacharse a recogerlas, notó que en uno de los dique había un agujero por donde se
estaba filtrando el agua del mar. Entonces recordó las palabras de su padre: “un agujero,
por pequeño que sea, es suficiente para que el mar abra grietas en los muros y los debilite”.
Pedro enseguida se dio cuenta del peligro que corrían, pues si el agua se seguía colando
por el agujero, este se iría agrandado y todo el país se inundaría. Sin pensarlo dos veces,
tapó el agujero con un dedo, pero, al darse cuenta de que el agua seguía fluyendo, lo
introdujo con fuerza hasta que pudo contenerla. Pedro estaba feliz de poder detener la
entrada del agua.
Pero, pronto la lluvia se convirtió en un fuerte aguacero y nadie escuchaba sus gritos de
auxilio. Empezó a sentir que la mano le dolía y quiso salir corriendo para su casa porque
tenía frío, hambre y muchos sueños.
Recordó entonces a sus hermanos que a esa hora debían estar cómodos y calientitos en la
cama y pensó: “No puedo dejar que se ahoguen. Aunque tenga que quedarme así toda la
noche, Mineapolis no se inundará mientras yo esté aquí”.
El tiempo pesaba y el frio se hacía cada vez más fuerte, pero Pedro no se rendía en su
empeño. Pasó la noche mirando las estrellas y contándole a la luna que sus padres, sus
hermanos, sus amiguitos y el país entero se salvaría si el permanecía allí. Y allí se quedó
toda la noche.
Cuando vio salir el sol, Pedro empezó a gritar de nuevo, con la esperanza de que alguien lo
escuchara. Uno de los hombres que trabajaba con su padre en las compuertas de los
diques, al escucharlo, se arrimó al borde del muro y lo encontró tiritando de frío.
¿Qué haces? – le
preguntó.
- ¡Estoy evitando que el
mar nos inunde!
- Le contestó Pedro con
su voz ya casi
apagada.
El hombre se apresuró a
pedir auxilio y, muy pronto,
la gente llegó al lugar.
Pedro fue atendido y el
dique fue reparado ese
mismo día.
Los trabajadores del dique llevaron a Pedro a casa de sus padres y todo el país se enteró
cómo les había salvado la vida.
Desde entonces nunca se han olvidado de Pedro y la gente lo llama “El pequeño héroe de Mineapolis''
No hay comentarios.:
Publicar un comentario